Enfermedades infecciosas: gripe. Artículo monográfico.

29 octubre 2021

AUTORES

  1. Adrián Muñoz López. Graduado en Enfermería. Enfermera del Servicio Aragonés de Salud.
  2. Eduardo Herrero Ayuso. Graduado en Enfermería y Técnico de Rayos. Enfermero del Servicio Valenciano de Salud.
  3. María Sainz de Medrano Moreno. Graduada en Enfermería. Enfermera del Servicio Aragonés de Salud.
  4. Esther Marín Jerez. Diplomada Universitaria de Enfermería. Enfermera del Servicio Aragonés de Salud.
  5. Carmen Jimeno García. Grado medio de Técnicos de Cuidados Auxiliares de Enfermería. TCAE del Servicio Aragonés de Salud.

 

RESUMEN

La gripe es una enfermedad estacional infecciosa, causada por el virus de la influenza, que afecta al sistema respiratorio principalmente. Es difícil de controlar debido a la variedad de tipos y su alta mutabilidad.

Se considera una enfermedad de primera magnitud, ya que produce un gran impacto socioeconómico y sanitario debido a su alto índice de contagio. Puede afectar a cualquier persona siendo las más vulnerables: los inmunodeprimidos, los niños y los ancianos.

La gripe puede presentarse de forma asintomática o sintomática, con manifestaciones clínicas que varían desde síntomas respiratorios semejantes a un resfriado común, hasta procesos febriles de diversa gravedad. Además, pueden aparecer diversas complicaciones que agravan el estado del paciente pudiendo incluso ocasionar la muerte.

 

PALABRAS CLAVE

Gripe humana, transmisión de enfermedad infecciosa.

 

ABSTRACT

The flu is a seasonal infectious disease, caused by the influenza virus, which mainly affects the respiratory system. It is difficult to control due to the variety of types and its high mutability.

It is considered a disease of the first magnitude, since it produces a great socioeconomic and health impact due to its high contagion rate. It can affect anyone, being the most vulnerable: the immunosuppressed, children and the elderly.

The flu can present asymptomatic or symptomatic, with clinical manifestations that vary from respiratory symptoms similar to a common cold, to febrile processes of varying severity. In addition, various complications may appear that aggravate the patient’s condition and may even cause death.

 

KEY WORDS

Influenza human, disease transmission infectious.

 

DESARROLLO DEL TEMA

Enfermería juega un papel fundamental abarcando tanto la prevención como la asistencia de las personas afectadas o en riesgo de padecer la enfermedad.

El agente etiológico es el virus influenza, que se caracteriza por su alta capacidad de mutación y que pertenece a la familia de los ortomixovirus, y del que existen tres grandes grupos: A, B y C. Todos afectan al género humano, pero el tipo C lo hace en forma de infecciones leves1.

El virus, de forma esférica, está constituido por un nucleocápside que contiene fragmentos de ARN en su interior y una membrana donde se sitúan espículas con características antigénicas. Estas espículas permiten la clasificación del tipo A, el que más diversidad y capacidad de variación antigénica tiene, siendo el causante de la mayoría de las epidemias gripales y de las pandemias que afectan a la población mundial. Incide en el hombre, pero también en los cerdos, caballos, focas, ballenas y aves acuáticas1-2.

Cabe destacar que, salvo mutaciones genéticas, se trata de un virus sensible al ambiente, especialmente a la humedad relativa, la temperatura, la desecación y las radiaciones ultravioletas3.

 

La gripe estacional se presenta en forma de brotes epidémicos, habitualmente todos los años. En los climas templados se produce principalmente en invierno, mientras que en las regiones tropicales está presente durante todo el año4, 5.

Este virus se manifiesta tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo y aproximadamente el 10% de la población se ve afectada anualmente, causando mundialmente de 3 a 5 millones de casos de enfermedad grave y unas 250 000 a 500 000 muertes4,5. En España cada año se infectan entre 3 y 3,5 millones de individuos, es decir, unas 7.800-8.000 personas por cada 100.000 habitantes6.

En los países industrializados la mayoría de las muertes relacionadas con la gripe corresponden a mayores de 65 años5. La transmisibilidad del virus tiene una tasa de ataque anual del 15 al 42% en preescolares y escolares, siendo esta una de las infecciones humanas con mayor nivel de propagación4.

La enfermedad puede ser leve o grave, incluso mortal. Entre los grupos de alto riesgo la hospitalización y la muerte son más frecuentes5.

 

La probabilidad de que un individuo contraiga la enfermedad depende de una serie de factores de riesgo:

  • Infectividad y virulencia de la cepa circulante.
  • Nivel natural de inmunidad en función del estado de salud general del individuo y de la exposición anterior al virus o vacunación y al grado de inmunidad cruzada de éste con la cepa circulante.
  • Aumenta la transmisibilidad en espacios cerrados y confinados: residencias, escuelas, cárceles.
  • Estado basal y nutricional del individuo.
  • La edad es otro factor a tener en cuenta ya que la gripe aparece más frecuentemente en niños de edad escolar y en mayores de 60 años6.

El virus causante de la gripe estacional, tiene la capacidad de propagarse de un individuo a otro a través de diferentes mecanismos. El más importante es la transmisión horizontal, haciendo que los virus presentes en las secreciones nasofaríngeas, sean expulsados del organismo mediante gotitas de Pflügge (10 -100µm) y núcleos goticulares de Wells (<5-10µm) formados al hablar, toser o estornudar. El virus también es capaz de transmitirse mediante contacto directo a través de los fómites y superficies recientemente contaminados por secreciones respiratorias3.

Los virus de la gripe humana, tienen afinidad por los receptores mucoproteicos de las células del epitelio columnar respiratorio. De forma que, una vez han conseguido entrar en el organismo, difunden desde la faringe por contigüidad ocasionando un proceso inflamatorio con necrosis del epitelio ciliado del tracto respiratorio superior; pudiendo afectar a bronquios, bronquiolos y alvéolos.

 

Uno de los elementos estructurales del virus, la HA (hemaglutinina), es el principal determinante de la virulencia y precisa activarse para ser capaz de infectar a las células diana. Dicha activación tiene lugar en el curso de la maduración del virus7.

En la patogenia de la gripe, no sólo interviene el mecanismo de transmisión, ya que también depende de la cantidad de viriones ingresados, la capacidad de difusión del virus así como de su antigenicidad para estimular la inmunidad y la síntesis de anticuerpos que preparan al organismo frente a posibles reinfecciones.

El período de transmisibilidad del virus comienza un día antes del inicio de los síntomas y finaliza 5-7 días después, cuando ya se ha resuelto la sintomatología. Aunque en el caso de los niños, la transmisión puede prolongarse pasados los siete días de enfermedad, al igual que puede ocurrir en pacientes inmunodeprimidos. El mayor riesgo de contagio se encuentra en las etapas precoces de la patología, ya que las concentraciones de virus en las secreciones son mucho mayores.

 

No todas las personas que entran en contacto con el virus se infectan, aunque pueden servir como vectores. Es por ello que la gripe se extiende de forma muy rápida, siendo difícil controlar su propagación con las clásicas medidas de salud pública, como es el aislamiento de los enfermos. Las personas más vulnerables a la infección o a sus complicaciones son los bebés y los ancianos, embarazadas, enfermos con patologías respiratorias crónicas y todas aquellas personas que padezcan enfermedades que disminuyan la capacidad inmunitaria del organismo3.

La gripe es una infección viral aguda de las vías respiratorias superiores que suele manifestarse en forma de epidemias. El síndrome gripal típico es el producido por los virus de la gripe A y B. El virus de la gripe C ocasiona infecciones respiratorias altas leves indistinguibles de otros procesos catarrales1-3.

El inicio suele ser brusco, con un cuadro febril (entre 38 a 40 °C) acompañado de escalofríos, generalmente tras un periodo de incubación de unos dos días. También aparecen mialgias (principalmente en la zona dorsolumbar y las piernas) y artralgias, cefalea intensa (que puede cursar con fotofobia), tos seca, astenia, coriza, odinofagia, anorexia, cansancio y malestar general. Los síntomas respiratorios variarán según la virulencia del virus, la edad y las características del paciente (tabaquismo, inmunodepresión…) 1-3,5.

 

Tiene una evolución autolimitante ya que transcurridas 48-96 h desde el inicio de la sintomatología la fiebre empieza a remitir, los síntomas se hacen más leves y, si no surgen complicaciones, el cuadro desaparece como máximo en siete días, aunque la tos puede continuar hasta 3-4 semanas después1-3.

En la exploración clínica pueden aparecer pequeñas adenopatías en los territorios cervicales de características benignas, así como roncus y sibilancias en un pequeño porcentaje de pacientes. Menos frecuentemente pueden aparecer síntomas extrarrespiratorios, como síntomas gastrointestinales (especialmente vómitos)3.

Es muy frecuente confundir esta patología con el catarro común, ya que ambos tienen una sintomatología similar. Sin embargo, mientras que en el resfriado los síntomas son benignos y suelen desaparecer al cabo de unos días, la gripe es potencialmente grave ya que puede presentar múltiples complicaciones. Dentro de las más habituales encontramos la bronquitis y la neumonía, que puede estar producida por el propio virus o por una sobreinfección bacteriana posterior. En determinados grupos de riesgo, pueden tener un pronóstico grave y llevar incluso a la muerte.

Además, pueden aparecer otras complicaciones como: sinusitis, otitis, exacerbaciones de EPOC o asma, bronquitis aguda y, más raramente, miocarditis, pericarditis o síndrome de Guillain-Barré entre otras2, 3.

 

Se sospecha del diagnóstico de gripe cuando el paciente presenta un cuadro respiratorio de evolución aguda, fiebre mayor o igual a 38,5ºC axilar y tos, asociado a cefalea, mialgias y/u odinofagia. Además, se valora si la persona afectada ha estado en contacto con algún caso sospechoso o confirmado de influenza durante el período epidémico.

Cuando existen casos de posible contagio con el virus influenza se recomienda, para su investigación, el empleo de pruebas diagnósticas incluyendo técnicas de biología molecular como la reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (RT-PCR), ensayos de inmunofluorescencia, pruebas rápidas o el cultivo viral en células de tejido.

El diagnóstico será confirmado mediante la detección de antígenos en muestras respiratorias (hisopado nasofaríngeo, aspirado nasal o faríngeo) utilizando generalmente la técnica de inmunofluorescencia directa. Cuando se realice esta técnica, se tendrá en cuenta que un resultado positivo confirmará el diagnóstico (elevada especificidad); pero un resultado negativo no lo descartará (sensibilidad moderada). La inmunofluorescencia directa posee una sensibilidad del 90% pero requiere de una muestra de calidad8, 9.

 

Actualmente los métodos y técnicas rápidas en aspirados o secreciones nasofaríngeas más utilizados son las técnicas de inmunofluorescencia directa (IFD) e indirecta (IFI) y las técnicas rápidas basadas en inmunoanálisis (RADTs Rapid antigen detection test).

Sus principales ventajas son: hacer el diagnóstico de infección en tiempo real, poder instaurar tratamiento antiviral de forma precoz (si se precisa) y establecer medidas de higiene preventiva en su entorno.

Sin embargo, no hay que olvidar que son pruebas en las que la sensibilidad y especificidad son generalmente inferiores a otros métodos existentes como, por ejemplo, la visualización directa y cultivos.

El diagnóstico definitivo se realiza por el aislamiento del virus por cultivo o por técnicas de biología molecular (reacción en cadena de la polimerasa (PCR); gold standard para el diagnóstico de la gripe A/H1N1). El diagnóstico por aislamiento del virus mediante cultivo es una técnica que precisa de mucho tiempo, hecho que determina la elección de las pruebas rápidas en la mayoría de los casos, tanto en Atención Primaria y urgencias como en hospitales9, 10.

 

No existe un tratamiento específico, por lo que la elección de unos fármacos u otros dependerá de los síntomas del proceso en cada paciente y la existencia de otros factores concomitantes (enfermedades, edad, etc.)1.

Existen dos tipos de antivirales, los inhibidores de la neuraminidasa (de primera elección en la infección por el virus de la gripe) y los inhibidores de M2 (que previenen la entrada del virus a las células huésped). Estos últimos son eficaces frente a Influenzavirus A, si se administran precozmente; pero, no lo son frente al grupo B.

Los analgésicos/antipiréticos se utilizan para aliviar la fiebre, el dolor de garganta, cabeza y el malestar general. El fármaco de elección es el paracetamol, ya que presenta menos incidencia de reacciones adversas.

Los descongestionantes se utilizan por vía tópica (gotas, nebulizador, gel) y así se disminuye la incidencia de los efectos secundarios sistémicos y se acelera la acción. Ahora bien, se puede producir efecto rebote (rinitis medicamentosa) en usos prolongados, por lo que se aconseja un empleo máximo de 3-4 días.

 

En aquellos casos en los que el proceso respiratorio cursa con congestión nasal, lagrimeo y estornudos, también se utilizan antihistamínicos.

En el caso de tos improductiva se recomendarán antitusivos. Si la tos es productiva, únicamente se aconseja eliminarla cuando puede interferir en la vida normal e impide descansar11.

También se pueden emplear mucolíticos y expectorantes (para disminuir la viscosidad de las secreciones y facilitar su expulsión) y antiinfecciosos faríngeos (sólo si hay infección bacteriana secundaria a la afección vírica).

No es recomendable la utilización de combinaciones de fármacos a dosis fijas, ya que se ha comprobado que es mejor adecuar el tratamiento según las características de cada paciente. Se tiene que evitar la automedicación y la utilización masiva de antibióticos ya que no son activos frente a los virus y puede llevar a una mayor resistencia de las bacterias.

 

Merece especial mención la homeopatía, que ha demostrado su eficacia en los síntomas gripales (prevención y fase inicial). La importancia de la ventilación y una buena calidad del aire y su continua renovación son importantes para la salud respiratoria. En ambientes poco ventilados, la probabilidad de infecciones oportunistas aumenta, como es el caso de la tuberculosis12.

Los cuidados de enfermería en la gripe se centran, principalmente, en medidas dirigidas a mejorar el bienestar de los pacientes disminuyendo las molestias producidas por los síntomas. Entre ellas se encuentran:

  • Mantener la temperatura corporal por debajo de los 39º grados para evitar convulsiones. Especial precaución en niños en los que utilizaremos medidas antitérmicas físicas: cantidad mínima de ropa, refrescar con toallas húmedas.
  • Ingesta adecuada de líquidos para mantener hidratadas las vías aéreas, evitar la deshidratación y favorecer la eliminación del virus por vía urinaria. Su intolerancia puede ser motivo de ingreso refiriéndose a sueroterapia.
  • Favorecer una correcta respiración, humidificar el ambiente, respirando vahos balsámicos o evitando respirar irritantes. Si está hospitalizado, es importante controlar la saturación de oxígeno (ante niveles bajos utilizar gafas nasales).
  • Reposo para favorecer la recuperación.
  • Dieta semilíquida con alto contenido en sustancias nutritivas en forma de caldo, leche y zumos de fruta.
  • Evitar dar aspirina a niños y adolescentes ya que podría provocar el Síndrome de Reye. Resaltar el no uso de antibióticos al tratarse de un proceso viral.
  • Ante síntomas agravados de la gripe, sobre todo en pacientes pertenecientes a grupos de riesgo, deben acudir al servicio de urgencias.
  • En pacientes ingresados cuyo estado es crítico, estando su nivel de conciencia afectado, puede ser necesario colocar una sonda nasogástrica y su intubación13-17.

 

Enfermería también juega un papel importante en la prevención dirigida tanto al paciente como a la familia; aunque, dada la facilidad de contagio, es muy difícil evitar la adquisición y diseminación de la gripe1,18. Dentro de las medidas de prevención, destacan el aprendizaje de los hábitos de higiene adecuados:

  • Evitar el contacto con personas que estén enfermas.
  • Taparse la boca y la nariz con un pañuelo de papel al toser o estornudar.
  • Lavarse las manos con frecuencia.
  • Evitar el contacto de las manos con los ojos, la nariz o la boca. Los gérmenes se diseminan de esta manera.
  • Protegerse ante el frío y los cambios bruscos de temperatura, condiciones que hacen que el organismo sea más susceptible de presentar infecciones virales.
  • No permanecer en lugares cerrados llenos de gente, o con ambiente cargado (es conveniente evitar el tabaco). Así como ventilar el hogar1.

También cabe destacar la importancia de enseñar a la población la diferencia entre gripe y catarro común, ya que, aunque ambas tienen una sintomatología similar, suelen ser confundidas.

 

Una de las principales medidas de prevención es la vacuna antigripal que, según recomendaciones de la OMS, contiene cepas que con más probabilidad causarán la enfermedad en la siguiente temporada. La vacuna se tiene que administrar anualmente, generalmente a finales de octubre, y debe recomendarse especialmente a las personas que pertenezcan a grupos de riesgo:

  • Las mujeres embarazadas en cualquier etapa del embarazo.
  • Los niños de 6 meses a 5 años.
  • Los ancianos (≥ 65 años).
  • Las personas con enfermedades crónicas.
  • Los trabajadores de la salud, incluidos estudiantes sanitarios5, 18.

La vacuna puede causar efectos secundarios, los cuales suelen ser leves y temporales: dolor, inflamación, enrojecimiento en la zona e incluso fiebre leve. Estas reacciones pueden ser tratadas con un analgésico/antitérmico19.

Por otro lado, la vacuna puede no estar recomendada en determinadas situaciones como ocurre, por ejemplo, en aquellas personas con alergia al huevo.

 

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